Hay un lugar que desde hace ya mucho tiempo y cada vez más, por diferentes motivos, se ha convertido para mí en un símbolo. Un lugar que representa el espíritu de lucha, el rechazo definitivo de la rendición, la materialización de toda una forma de vivir y de pensar. Ese lugar es Ítaca, el reino de Ulises, el lugar al que durante años trató de volver incansablemente, luchando contra los dioses y toda clase de seres y circunstancias cuyo único propósito era evitar que lograse su objetivo. Ulises era un hombre poco convencional, que prefería utilizar la inteligencia siempre antes que la fuerza y creo que, el mayor desafío al que tuvo que enfrentarse, fue al de no darse por vencido a pesar de que todo a su alrededor confabulaba para que nunca alcanzase su meta. Y pienso que muchas veces no son los dioses los que se nos interponen. Somos nosotros mismos, sin más, y yo soy un claro ejemplo de ello, de cómo he ido posponiéndome, aletargándome, diciéndome que los otros son mejores, que ya llegará el momento, que Ítaca está muy lejos y que como voy a llegar yo allí con la que está cayendo. Pero justo a tiempo, antes de traspasar esa barrera imaginaria de los 30, arribé a estas costas.
Sigue leyendo →